
Dicho trabajo encontró que personas con autismo presentan signos de sensibilidad al gluten significativamente mayores que los comparados con personas sanas, esto es, dichos pacientes se ven afectados por una forma de sensibilidad al gluten no celíaca. En la práctica, también se caracterizan por una importante reacción al gluten.
En la descripción del trabajo, esta parte de la investigación se realizó de una manera rigurosa y precisa, comenzando por una correcta descripción del diagnóstico del autismo, recientemente redefinido. Este hallazgo no especifica (y de hecho, no podría hacerlo) si la inflamación alimentaria relacionada con la sensibilidad al gluten puede ser la causa del trastorno autista, simplemente se limita a informar que los autistas presentan un patrón específico de síntomas y marcadores de anticuerpos indicativos de una inflamación al gluten, sin que dichos pacientes estén afectados por la enfermedad celiaca.
Además, el estudio aborda un tema social, tanto para autistas (durante muchos años varias organizaciones han apoyado el papel de la sensibilidad al gluten como origen de la enfermedad) como para el público en general, que comienza a ver la reactividad relacionada con los alimentos, subestimada su importancia durante mucho tiempo, como un co-participante potencial en el desarrollo de importantes enfermedades físicas y psicológicas.
Por lo tanto, es imprescindible realizar un nuevo enfoque en las líneas de investigación sobre el papel del gluten como inductor del autismo.
La sensibilidad al gluten se estudia usando el mismo razonamiento que cualquier alergia alimentaria, mientras que los fundamentos se deberían relacionar con la existencia de un posible exceso de ingesta de gluten y en las típicas señales que el organismo envía en caso de inflamación alimentaria.
Creemos que estudiando los biomarcadores inflamatorios (como el factor activador de células B: BAFF, factor activador de plaquetas: PAF y muchos otros) nos puede ayudar a interpretar el perfil nutricional individual, con el fin de mantener el bienestar de las personas; estamos agradecidos a los estudios, como el anterior, realizados, pero no somos conformistas, ya que puede ser un paso en el entendimiento de las diferentes enfermedades y su relación con los alimentos.
Los científicos de la Universidad de Columbia realizaron un estudio sólido y controlado, comparando los marcadores de celiaquía y sensibilidad al gluten de pacientes diagnosticados con autismo, de sus hermanos/as y de controles sanos. La investigación se llevó a cabo en 140 niños/as, estudiando las bases genéticas de su enfermedad, además de la producción de anticuerpos contra la gliadina (un tipo de proteína formada por 28 variedades diferentes de gluten) y otras características serológicas típicas de la celiaquía. Se destacó en un numeroso grupo de niños/as autistas una fuerte y significativa reacción inmunológica al gluten, el mecanismo de acción seguido fue totalmente diferente al seguido en la enfermedad celiaca. La creciente presencia de anticuerpos contra la gliadina y su asociación con síntomas gastrointestinales llevan a asumir la presencia de un mecanismo inmunológico capaz de alterar la permeabilidad intestinal de los niños/as afectados/as.
La pregunta que nos hacemos es la siguiente: ¿es el exceso de ingesta de gluten lo que causa el autismo o es el autismo el que causa la sensibilidad al gluten? A pesar de seguir la ciencia escrupulosamente, no ha sido posible responder a esta pregunta, pero es legítimo suponer una respuesta mientras se realizan más estudios capaces de confirmar o contradecir el efecto inductivo/ co-causal impulsado por un estímulo inflamatorio intestinal en la génesis del autismo.